jueves, 22 de julio de 2010

El Baúl de las Certezas - Ficciones de Raúl (1)

Con tu imagen recurrente en mi cabeza, eres o no eres pienso,
ficción o realidad, no sé, voy a abrir el baúl…


Abrí el viejo baúl del rincón, siempre había estado allí, con su cuero cuarteado a la manera de testigo de los años y de los tiempos. Era la caja de pandora. ¿Para qué abrirlo? ¿Sólo curiosidad? ¿Necesidad infinita de certezas? No lo sé. Simplemente lo arrastre lentamente, y digo lentamente no por la intención sino por su propio peso. Rayaba la vieja marquesina del piso de madera. Así era él, sabía que iba a ser abierto y tenía que dejar su huella. No sé por qué lo abrí, ¿debí haberlo dejado allí?: cansado, pesado, seguro. Si sobretodo seguro. Era como una certeza infinita que uno solo la sabe cuando la lleva por dentro. Cual clásica escena cinematográfica pasé mi mano sobre su tapa como intentando limpiar un polvo inexistente y luego con fuerza soplé sobre él. La escena no dejó de provocarme risa. Era como ese momento secreto en que descubro que la misma vida crea esa escena audiovisual que creemos como mágica o como lugar común. Si, la vida es a veces como el cine. Me sentía como parte de una producción, como si yo mismo dirigiera los hilos de una gran historia, como si hubiese escrito ese libreto para mí mismo, desde hace mucho tiempo. Como si hubiese vivido mis últimos años haciendo la pre-producción de la escena de esa noche. Como si aquella mañana de jueves perezoso, con la excusa de huir de mi trabajo, me hubiese sentado a libretear una escena tal vez de desencanto. Entonces, miré hacia el rincón y vi con precisión aquel lugar que tenía la ausencia de algo mágico. Por ese entonces, era una vida de miedos y de dudas, necesitaba una certeza. Ese rincón era exactamente el rincón de las certezas, pero no tenía ninguna. Para ese momento ya la pluma hacía sus trazos, ese yo omnipresente, escribía mis propios parlamentos, no como palabras, tal vez cual pensamientos, deseos, anhelos. ¿Pero dónde comprar una certeza? Ni idea, había que salir a buscar. ¿Pero cómo vestirse para ir a buscar una certeza? Eso depende, pensé. No quiero certezas muy formales… no en este momento, además nunca he usado ni sacos ni corbatas… creo que las corbatas son una suerte de efecto simbólico de aceptación de la amenaza cotidiana de ahorcarnos que nos genera el capital… que bien señor libretista, que frases tan trascendentales pones en mis parlamentos. Creo que esta frase más allá de pensarla la terminé de decir en voz alta. Allí apareció el propio lugar común… los viejos Converse, el viejo Jean, la camiseta raída pero cómoda… Jajaja, me reía con sorna mientras salía caminando con las manos en los bolsillos hacia el pulguero.

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