jueves, 9 de septiembre de 2010

La mujer que siempre fue el centro de atención – Ficciones de Raúl (6)

Cortesía: Facebook tía Edilma
tal vez por celos,
los días miércoles se han confabulado contra los jueves,
pues ese día salen las Ficciones de Raúl,
trayéndole malas noticias que le han hecho imposible terminarlas
Tomado de un estado de Facebook




Ese día era también el centro de atención. Su presencia omnipotente atravesaba no solamente todas las conversaciones sino todos los sentimientos. Sus chistes y expresiones frecuentes con su consiguiente carcajada. Los boleros que siempre cantaba a los cuales les involucraba también su toque de humor. Si mi memoria no me falla, podía comenzar entonando con su voz un poco quebrada "esa flor ya no retoña, tiene muerto el corazón" y terminar con "dos gardenias para ti, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro, mi vida", para luego concluir con una expresión jocosa sobre los amores, una recomendación y una carcajada. Cuando entró "la Mona" del pan, todos recordamos lo importante que era para ella la comida, a su juicio, original, típica y de mejor calidad: el biscocho de cuajada que hace la Mona, el arroz con leche de doña Trina, los huevos criollos del Salado, la cuajada de Leticia, el pan de trigo aliñado de doña Lupe. Si, pensándolo bien, la risa es el motor de todo y su humor, a manera de remolino, la convertía en un centro. Pero al contrario de un tornado, su fuerza, en lugar de atraer y concentrar para ella misma todas las energías, hacía mas bien que su energía fuese emanando a su alrededor y abrazara de una manera envolvente, divertida y cálida, a quienes estábamos en su entorno, no importando a que distancia. Si, ella calificaba a las personas, a todos nosotros. Establecía estándares de comportamiento, los cuales, sin ser camisa de fuerza, se convertían en referencia. Pero lo hacía siempre de una manera sutil, con la frase genial, con el comentario al parecer desprevenido pero irónico, con el refrán apropiado. Entonces la risa se convertía en rubor y ¿porque no? en achante. Pero era así, era su manera de hacer las cosas, de decir las cosas, de ordenar el mundo, de ordenarnos el mundo. Al final, como un chiste, la vida le regaló dos formas de memoria: la que siempre tuvo desde siempre y que le permitía recordar momentos, personas, sentimientos, segundos, meses o años, con un nivel tal de detalle, que su descripción tomaría al menos diez veces mas el tiempo que en el que los mismos ocurrieron. El vestido que llevaba, el ademán que hizo, cual era su intención, la canción que sonaba en el fondo, la flor que estaba en la matera, el color del mosaico del piso. Y la otra memoria, la memoria del instante y el olvido. Si, al final, su memoria reciente ya no existía. Uno podía llegar a hablar con ella y al mirarla lo saludaba con mucha efusividad, y podía pasarse horas en su compañía. Luego, salía por un instante y regresaba, y el momento anterior que con ella había vivido era completamente inexistente. Nuevamente lo saludaba a uno con mucha efusividad y de nuevo podía pasarse horas hablando con ella, pero como en “50 primeras citas” en cada oportunidad la escena comenzaba otra vez. Ese día supe que ya no escucharía más sus comentarios jocosos pero irónicos. Ya no sería más el “sinvergüenza que no se ajuiciaba”. Ese día la casa estaba sin las “dos gardenias para ti” y sin “una flor sin retoño”. Ese día no sabía igual el arroz con leche de doña Trina, ni el pan de cuajada de la Mona, ni los huevos criollos del Salado, ni el pan aliñado de doña Lupe. Ese día ella se reflejaba en caras de tristeza y los ojos de llanto. Si, no pude dejar de recordarla al encontrar en el baúl esa pequeña libreta que ese día me entregó mi madre, con sus hojas de un tono amarillo, que recordaba que fueron blancas, en la cual con su propia mano había escrito la oración que ella siempre le enseñó: “En el seno de mi hogar hay, buen Jesús, penas muy hondas y secretas. Si Tú reinaras entre los míos, con toda la intensidad del amor que Tú mereces, ah! no habría en mi casa tantos ni tan amargos pesares! Ven, ven oh! Amigo de Betania, pues en mi familia hay alguien que está enfermo y Tú le amas”. Si, ese fue ese día en que por una jugada magistral del tiempo, un miércoles no dejó ser jueves, por eso no hubo ficción, ni escritura, por eso no hubo pérdida, ni secreto, porque ese día como siempre ella seguía siendo el centro de atención, porque ese día no tenía mi propia energía, porque ese día mi energía gravitaba alrededor de la de ella, porque ese día fue un día muy especial, porque fue el día en que murió mi abuela.